miércoles, 21 de mayo de 2008

Yo bien, gracias.


Hace no demasiado tiempo me encontré hablando con un profesional que desempeñaba el papel de mando intermedio en una conocida multinacional. Este profesional se quejaba amargamente de la motivación de su equipo y estaba seguro que recompensar económicamente a su personal mejoraría la situación. Si ha seguido los artículos de este blog ya habrá caído en la cuenta que seguramente ese profesional no se refería a la motivación, más bien se estaba refiriendo a una cierta ilusión en el trabajo y al grado de bienestar expresado por sus colaboradores.

Seguro que de alguna forma conoce o ha oído hablar sobre un conocido modelo que ha estado de aplicación en la teoría y práctica organizacional (la verdad es que sigue estando). Este modelo no es otro que la famosa jerarquía de necesidades desarrollada por Maslow y que se ha influenciado en los sistemas de recompensas y en la manera de dirigir a los empleados de muchas organizaciones.

De forma muy resumida, dicha teoría defiende que los trabajadores están motivados (ahora si, piense en el concepto de motivación de este blog !) para satisfaces sur necesidades en orden jerárquico, de tal forma que cuando la necesidad de un nivel inferior es satisfecha, la siguiente necesidad en la jerarquía se convierte en la más importante. En el nivel inferior de esta jerarquía se encuentran las necesidades fisiológicas y va subiendo hasta la necesidad de autorealización. Esta jerarquía es la que conforma la pirámide de Maslow. Siguiendo esa pirámide Maslow sugiere que los responsables en las organizaciones deberían conocer el nivel de satisfacción de sus empleados para ver sobre qué nivel actuar en cada momento.

La realidad es que la evidencia empírica que respalda la teoría de Maslow es escasa; no se verifica la jerarquía propuesta por Maslow ni la dinámica de satisfacción nivel a nivel. Sería interesante preguntarle a los entusiastas de la teoría como encajar conductas tales como una huelga de hambre en esa dinámica. Y aun así, como ya he dicho, sigue de aplicación y su influencia sigue siendo enorme.

El bienestar psicológico (que es a lo que realmente se refería aquel profesional) es algo complejo de abordar por lo que sólo me limitaré a comentar algunas cosas al respecto. Muchos de los estudios relativos al bienestar se han centrado en un conjunto de variables, destacando la influencia de; la personalidad, la riqueza, las relaciones interpersonales y la consecución de metas. Tampoco podemos olvidar que las emociones positivas forman parte del bienestar tanto físico como psicológico. Existen evidencias que ponen de manifiesto la relación entre estas emociones y la salud, dada su relación con el sistema inmunológico, en concreto se asocian con aumentos en inmunoglobulina A.

Respecto a la personalidad (de lo que habría mucho que hablar), se ha verificado la relación entre el bienestar y determinados patrones de personalidad (extraversión y afabilidad), pero no sería buena noticia si nos tuvisiemos que quedar aquí ,ya que estaríamos apuntando en gran medida a factores genéticos. Lo cierto es que lo que parece que realmente correlaciona con bienestar es la interacción entre personalidad y situación, y ahí si que está en su mano actuar.

Sobre la riqueza, lo más inmediato es decir aquello de “el dinero no da la felicidad”, pero veamos esto un poco más. Se ha verificado que la influencia de los ingresos/riqueza difiere en los distintos países, de forma que los países pobres muestran mayor correlación entre el bienestar informado y la riqueza, mientras que en los países ricos no se encuentra esa relación. También se ha visto que diferentes países, a igualdad en los niveles de riqueza informan de muy diferentes grados de bienestar. Todo esto nos lleva a pensar que hay algo más que la riqueza. Una circustancia que a mi me parece muy curiosa es que, en países considerados ricos (por ejemplo Estados Unidos) , si bien la riqueza (medida como renta per capita) ha aumentado espectacularmente desde 1975, los niveles de felicidad se han mantenido prácticamente constantes en torno al 30% . Este mismo patrón se encuentra en Europa y en Japón.

Respecto a las relaciones interpersonales habría que destacar que las personas que se encuentran con más apoyo de los demás informa de mayores niveles de felicidad y se enfrentan mejor al estrés.

El último de los factores que consideraré es la consecución de metas. Las conclusiones de múltiples estudio se pueden resumir de la siguiente forma: El progreso en las metas que valoramos importantes así como en las metas personales y autónomas o abordar metas de nivel de reto equilibrado (ni demasiado fáciles ni demasiado difíciles) se relacionan con niveles altos de bienestar, mientras que relacionan con afectos negativos aspectos como: las bajas expectativas de logar el éxito (retos imposibles de alcanzar) o las metas de evitación (“para no salir en la foto”, “conseguir no retrasarme en mi proyecto”, “no salir mal en las comparaciones”) frente a las metas de aproximación (“conseguir mejorar los resultados de mi proyecto”, “mejorar mis conocimientos”, ... ).

¿ Las diferencias culturales son importantes en todo eso ?. Si, sin duda. En este artículo solo incluiré un par de apuntes al respecto ya que, considerando que cada día más trabajamos con otras culturas y parece que es algo que se ha descuidado, en otro artículo prometo abordar las diferencias culturales. Diferenciando entre culturas individualistas y colectivistas (por ejemplo: EEUU e India en los extremos, mientras que España se situaría en una posición intermedia con una tendencia hacia el individualismo) tenemos ; la autoestima se relaciona con bienestar pero de manera más fuerte en culturas indivdualistas, en las culturas colectivistas no resulta demasiado importante actuar de forma consistente a lo largo de las situaciones, esto parece mucho más importante en las culturas individualistas. Ojo con este último si tiene que entablar relaciones con países que puntúan alto en colectivismo (como es el caso de Japón, India y muchos de los países africanos !!).

Y para terminar, la investigación ha puesto de relieve que lo que nos hace más felices (por lo menos a “los investigados”) no es experimentar grandes emociones de vez en cuando, sino las pequeñas satisfacciones acontecidas con gran frecuencia. Lo cierto es que parece que los momentos intensos son raros, y que buscar la felicidad buscando esos pocos momentos puede volverse contra uno al quedarse en una búsqueda permanente de algo que es poco probable que ocurra.

Espero que en esto momentos, aquel responsable de grupo con el que empecé el artículo ya se haya dado cuenta que la medida de recompensa económica a la que se aferraba no es suficiente y que hay otros factores sobre los que intervenir ya que, en gran medida, en sus manos está configurar la situación en la que se enmarca su equipo. Bueno, la verdad es que un incentivo enconómico siempre ayuda a pagar la hipoteca y, dicho sea de paso, nunca viene mal.

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