jueves, 29 de mayo de 2008

¿ Hablamos de lo mismo ?

¿ Nunca se ha preguntado si cada concepto que maneja es entendido de la misma forma por su interlocutor?. ¿Lo que yo entiendo por zapato es lo mismo que entienden otros por zapato?. Para hablar de los significados compartidos lo haré desde la perspectiva de la memoria.

La concepción de la memoria como un almacén de información es una idea muy extendida y es la que se manejado a lo largo de los siglos. Ya Platón planteaba un arquetipo asimilando la memoria a una tablilla de cera, regalo de Mnemosine la madre de las Musas a los hombres. En definitiva se plantea la memoria como un espacio donde anotamos todo aquello que recogemos con nuestros sentidos y experiencias. Este modelo ha sufrido variaciones a lo largo de la historia, incluso habrá oído hablar de memoria a largo plazo y/o corto plazo, pero la idea de fondo es siempre la misma; la memoria como almacén.

¿Pero, es sostenible este modelo?. Si así fuera los conceptos que manejamos se basarían en impresiones en nuestras “tablillas de cera” variando en lo profundo con lo que se haya registrado el trazo, pero los trazos serían más o menos equivalentes y estables, con lo que problema resuelto; un zapato es un zapato.

La memoria como almacén se sustenta en una serie de supuestos; El almacén “reside” en algún sitio, lo que contiene el almacén es distinto a lo que hago con ello cada vez que lo uso mientras pienso (datos y procesos cada uno por su lado), lo que se almacena será alguna forma de sistema simbólico constituido por símbolos distintos entre sí y con significación compartida, de otra forma la comunicación no sería posible.

Los supuestos mencionados (y no son todos) parecen bastante razonables, incluso aplican para dispositivos de almacenamiento artificiales, pero hay indicios que nos hace pensar que ese “almacén” debe ser algo especial en el caso de los seres vivos.

Para empezar, parece que nuestra memoria no es capaz de adquirir cualquier tipo de información, incluso que se muestra más eficiente cuando conocemos del tema sobre el que versa la información (¿hay datos especiales?) , tampoco hay constatación de un posible límite a nuestra memoria..

También se observan algunos fenómenos interesantes: A veces reconocemos que en algún momento supimos ciertas cosas pero somos incapaces de volverlas a recordar (¿está o no está en el almacén?). Nuestro recuerdo se muestra inestable; a veces no recordamos y a veces si, pudiendo ocurrir que no recordemos exactamente lo mismo de situación a situación (entonces, ¿qué datos hay en el almacén?). Las condiciones y el contexto determinan, muchas veces, lo que somos capaces de recordar o, incluso, cómo lo recordamos (por ejemplo, es probable que usted no genere la imagen de un zapato de la misma forma en verano que en invierno, ¿el dato va cambiando?)

En definitiva, el modelo del almacén de memoria ha sido cuestionado ya que algunos de sus principales supuestos parece que presentan debilidades. ¿Pero si no guardamos símbolos comunes, qué guardamos? ¿y cómo los compartimos?.

Hace tiempo se propuso una distinción entre símbolos densos y símbolos articulados. Por símbolos articulados se entienden aquellos que no cambian situación a situación, son copiables y, por tanto, son perfectamente comunicables (los “datos” de antes). Los símbolos densos, a diferencia de los anteriores, serían símbolos no independientes de su continente (no pierda de vista que, en nuestro caso, el continente es nuestro sistema orgánico), serían inseparables de su historia personal de formación y serían propios de cada individuo; por tanto no serían copiables. Una característica de estos símbolos es que son difusos por definición y su recuperación estará determinada por los procesos personales del individuo. Lo anterior, entre otras cosas, quiere decir que re-construyo los datos mediante procesos personales de pensamiento, procesos que no son siempre los mismos y que están mediados por aspectos tales como el estado de ánimo.

Pero , ¿ es posible concebir un proceso de pensamiento donde el contenido es siempre cambiante?. Pues parece que si, incluso se trata de algunas de las líneas de investigación más activas en el terreno de la memoria que existen en la actualidad (cognición corporeizada). Describir ese sistema es complejo pero si está interesado siempre puede buscar información adicional sobre el modelo CHARM.

Supongamos por un momento que abandonamos el “almacén” y aceptamos que lo que guardamos está estrechamente ligado a nuestros procesos de pensamiento particulares, en ese caso ¿cómo es posible la comunicación?.

Probablemente nos entendemos por analogía de los contenidos mentales de los demás con los nuestros y el proceso por el que nos integramos en nuestros grupos sociales se produce mientras asimilamos lo que escuchamos a lo que pensamos. Esta aproximación tiene cierto sentido, sobre todo cuando pensamos cómo es posible que cualquier otro individuo me entienda cuando le digo algo tan sencillo como “estoy triste” o “me duelen las muelas” (¿qué sabrá de mi tristeza o lo que es para mi el dolor?).

Esta perspectiva abre un escenario realmente interesante; convierte la comunicación en un proceso por el que alcanzamos el consenso en los significados. El símbolo no está predefinido, cada uno formamos el nuestro de manera totalmente particular pero, de alguna forma, llegamos a compartir la mayoría de los significados.

Ese proceso puede no ser fácil; hasta que conseguimos esa “sintonía” entre nuestras analogías y las de otros pueden colisionar representaciones internas y entrar en discusiones interminables, sencillamente por tener cada uno una analogía diferente sobre lo que se esté tratando. Con el zapato parece que no hay demasiado problema, pero póngase a hablar de libertad con un adolescente, ya verá de qué hablo.

Dicho de otra forma; comunicar sería equivalente a compartir, y compartir exige un esfuerzo que continua hasta estar seguro de que “hablamos de lo mismo”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

comunicar = compatir, ME GUSTA !!!